2010-12-30

El cuerpo transformado, un libro de Naief Yehya


Quisiera subrayar la importancia del libro El cuerpo transformado de Naief Yehya. Este es un trabajo notable por su lucidez crítica así como por la riqueza de la información en la que se apoya, además de que tiene el mérito de haber sido publicado desde 2001 (Paidós, México). Su éxito lo condujo a una reimpresión en 2008.
La estrategia intelectual de Naief Yehya es totalmente filosófica. Frente a la utopía emergente de la clonación humana, de los cyborgs y del posthumanismo, Naief Yehya elige llevar hasta las últimas consecuencias lógicas —si no previsibles—las afirmaciones ingenuas de algunos gurús norteamericanos que nos anuncian la revolución antropológica del silicio inteligente para demostrar su asombrosa imprecisión. Estos supuestos grandes pensadores del posthumanismo, son de hecho autores exitosos como Ray Kurzweil, investigadores de grandes laboratorios de inteligencia artificial, de robótica, de genética, de neurología cognitiva, como Hans Moravec, Marvin Minsky, James Bailey, etc. A quienes les hace enormemente falta el gen de la inteligencia crítica y un mínimo de formación filosófica.
Hoy a esta lista añadiríamos algunos artistas como Stelarc o Eduardo Kac quien introdujo un gen de artista (suyo) en una flor de petunia, lo que produjo una Edunia (un híbrido de Eduardo y petunia). Este cruce entre especies aparece supuestamente, en las venas rojas de la planta. Estamos en una utopía biotecnológica que interesa naturalmente a todo artista que se encuentre bajo la tutela del mito de la creación. El conejo transgénico fluorescente firmado en 2000 por Kac y otras quimeras ejecutadas por artistas que exploran el genoma y la vida artificial tienen por lo menos el mérito de forzar el debate social sobre los nuevos poderes que reivindicamos con respecto a la naturaleza y la vida.
Naief Yehya, un ávido lector de ciencia ficción, no puede ser acusado de timidez. El humor y la ironía que utiliza contra los que piensan que pronto se podrá superar la complejidad y la creatividad casi ilimitada de la naturaleza son muy significativos. De hecho, todavía hay un abismo de conocimientos y experiencias entre la prótesis electromecánica de una mano y el funcionamiento de una mano viva. Y podríamos decir lo mismo de la piel, de la visión, de la inteligencia artificial, etc. Ciertamente, hay en la naturaleza cosas más o menos complejas, más o menos vivas, más o menos mecánicas, eléctricas, químicas. Y ya es posible contemplar una terapia genética personalizada, tal como lo propone aquí en Quebec el Dr. Pavel Hamet, y es probable que surja una medicina preventiva altamente eficaz. Es posible jugar con el libro del genoma, reescribir secuencias - la mayoría de las plantas de nuestra agricultura son el resultado de esos procesos. Transformar el cuerpo para reparar las deficiencias genéticas, reemplazar las piezas (brazos, riñones, corazón, etc.) se vuelve posible y prometedor. Las prótesis sofisticadas que somos capaces de fabricar hoy en día son de gran valor para un amputado o una persona con discapacidad. Pero declarar a nombre de la tecnociencia y sus promesas actuales, supuestamente posthumanistas, que el cuerpo es obsoleto, como lo repite Stelarc al imaginar el implante de una tercera oreja en el antebrazo, o de un tercer brazo robot es ingenuo.
Naief Yehya subraya la importancia del mito eterno del empowerment humano que se ha amplificado por el progreso de las tecnologías digitales. Para esto evoca la importancia de la literatura y cine de ciencia ficción, como Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Yehya cita con humor al robot historiador del libro La guerra en la era de las máquinas inteligentes, de Manuel de Landa (Nueva York, 1991) el cual en un futuro trata de entender la evolución de la "humanidad", a partir del origen de la vida hasta sus transformaciones robóticas.
Es legítimo que el hombre busque mejorar su cuerpo (belleza, fuerza, inteligencia, memoria, longevidad, etc.) no únicamente mediante la gimnasia, el maquillaje y la moda, sino también por la tecnociencia. Acabamos de enterarnos que investigadores de Harvard han descubierto la posibilidad de invertir con la telomerasa, una enzima que actúa para acortar los telómeros, el proceso de envejecimiento de las células de ratón, y por lo tanto de rejuvenecerlos. ¡Bravo! Este deseo humano, asociado con el instinto de poder, que yo mismo he analizado en mi libro CyberProméthée (VLB, Montreal, 2003), que es exaltado ahora más que nunca, sin duda nos conducirá a una comprensión mayor de la vida, de la materia y por lo tanto de nuestro cuerpo. Todavía estamos en la infancia de este tipo de medicina. Pero en lugar de soñar que nos hemos convertido "por fin" en robots cyborgs con un mégachip en el cerebro y una gran computadora central en la nube - el Cloud Computing - que curiosamente hemos ubicado en el cielo como el Dios de ataño que era el amo de nuestra alma, debemos comenzar a prestar más atención a la transformación del cuerpo a causa de la obesidad y la contaminación ambiental y alimentaria, que hoy por primera vez han disminuido notablemente las expectativas de vida de los norteamericanos. Es menos emocionante, pero más real, y esta desoladora observación trivial nos regresará pragmáticamente a la tierra para gestionar de forma eficaz más efectiva e inmediata la evolución de nuestra especie.
Hervé Fischer

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